Clásicas – Longo, Dafnis y Cloe II, 2, 7, 1-7

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Πάλιν οὖν ὁ Φιλητᾶς ἔφη ‘θεός ἐστιν, ὦ παῖδες, ὁ Ἔρως, νέος καὶ καλὸς καὶ πετόμενος: διὰ τοῦτο καὶ νεότητι χαίρει καὶ κάλλος διώκει καὶ τὰς ψυχὰς ἀναπτεροῖ. Δύναται δὲ τοσοῦτον ὅσον οὐδὲ ὁ Ζεύς. Κρατεῖ μὲν στοιχείων, κρατεῖ δὲ ἄστρων, κρατεῖ δὲ τῶν ὁμοίων θεῶν: οὐδὲ ὑμεῖς τοσοῦτον τῶν αἰγῶν καὶ τῶν προβάτων. Τὰ ἄνθη πάντα Ἔρωτος ἔργα: τὰ φυτὰ πάντα τούτου ποιήματα: διὰ τοῦτον καὶ ποταμοὶ ῥέουσι καὶ ἄνεμοι πνέουσιν. Ἔγνων δὲ ἐγὼ καὶ ταῦρον ἐρασθέντα, καὶ ὡς οἴστρῳ πληγεὶς ἐμυκᾶτο: καὶ τράγον φιλήσαντα αἶγα, καὶ ἠκολούθει πανταχοῦ. Αὐτὸς μὲν γὰρ ἤμην νέος καὶ ἠράσθην Ἀμαρυλλίδος: καὶ οὔτε τροφῆς ἐμεμνήμην οὔτε ποτὸν προσεφερόμην οὔτε ὕπνον ᾑρούμην. Ἤλγουν τὴν ψυχήν, τὴν καρδίαν ἐπαλλόμην, τὸ σῶμα ἐψυχόμην: ἐβόων ὡς παιόμενος, ἐσιώπων ὡς νεκρούμενος, εἰς ποταμοὺς ἐνέβαινον ὡς καόμενος. Ἐκάλουν τὸν Πᾶνα βοηθόν, ὡς καὶ αὐτὸν τῆς Πίτυος ἐρασθέντα: ἐπῄνουν τὴν Ἠχὼ τὸ Ἀμαρυλλίδος ὄνομα μετ̓ ἐμὲ καλοῦσαν: κατέκλων τὰς σύριγγας, ὅτι μοι τὰς μὲν βοῦς ἔθελγον, Ἀμαρυλλίδα δὲ οὐκ ἦγον. Ἔρωτος γὰρ οὐδὲν φάρμακον, οὐ πινόμενον, οὐκ ἐσθιόμενον, οὐκ ἐν ᾠδαῖς λαλούμενον, ὅτι μὴ φίλημα καὶ περιβολὴ καὶ συγκατακλινῆναι γυμνοῖς σώμασι.’

Longus, Daphnis et Chloe II, 2, 7, 1-7
(En Longus, Erotici Scriptores Graeci, Vol 1. Rudolf Hercher, Leipzig, 1858)

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Y otra vez les habló Filetas: «Amor es un dios, mu­chachos, joven y hermoso y capaz de volar. Es por esto por lo que en la juventud halla su alegría, acosa a la hermosura y da alas a las almas. Y su poder va más allá que el de Zeus mismo. Gobierna sobre las materias primigenias, gobierna sobre los astros, gobier­na sobre los dioses, sus iguales: ni aun vosotros sobre cabras y ovejas tanto (gobernáis). Las flores son todas obra de Amor; esas plantas son productos suyos; es por ése por el que los ríos fluyen y los vientos soplan. También he visto un toro enamorado: mugía como picado por un tábano; y un macho que hacía el amor con una cabra y la seguía por todas partes. Yo mismo he sido joven y enamorado de Amarilis: ni me acor­daba del yantar ni probaba una bebida ni conciliaba el sueño. Tenía el alma dolorida, agitado el corazón, y mi cuerpo estaba yerto. Daba gritos como si fuera apalea­do, enmudecía como un cadáver, como si me abrasara me sumergía en los ríos. Llamaba en mi socorro a Pan, porque también él de Pitis estuvo enamorado. Ala­baba a Eco que en pos de mi voz clamaba el nombre de Amarilis; rompía mis zampoñas, que seducían a las vacas y en cambio a Amarilis no traían. Pues no hay medicina para Amor ni que se beba ni se coma ni se pronuncie encantos, sino beso y abrazo y acostarse juntos con los cuerpos desnudos.»

Longo, Dafnis y Cloe II, 2, 7, 1-7
(En Longo, Dafnis y Cloe, Traducción e introducción general de Máximo Brioso, Madrid, 1997)

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De nuevo habló así Filetas: «Dios, hijos míos, es Amor, joven, hermoso y volátil, por lo cual se complace en la mocedad, apetece y busca la hermosura y hace que broten alas en el alma. Tanto puede, que Júpiter no puede más; dispone los gérmenes de donde todo nace, reina sobre los astros y manda más en los dioses, sus compañeros, que en cabras y ovejas vosotros. Todas las flores son obra suya. Él ha creado estos árboles. Por su virtud corren los ríos y los vientos suspiran. Yo vi al toro en el celo, y bramaba como picado del tábano; yo vi al macho enamorado de la cabra, y por todas partes la seguía. Yo mismo, cuando mozo, amaba a Amarilis, y ni me acordaba de la comida, ni tornaba de beber, ni me entregaba al sueño. Me dolía el alma, me daba brincos el corazón y mi cuerpo languidecía; ya gritaba como si me azotasen; ya callaba como muerto; a veces me arrojaba al río para apagar el fuego en que me quemaba; a veces pedía socorro a Pan, porque amó a Pitis; elogiaba a Eco, porque después de mí llamaba a Amarilis, o rompía mi flauta, porque atraía a las vacas, y a mí Amarilis no la atraía. Ello es que no hay remedio para Amor: ni filtro, ni ensalmo, ni manjar con hechizo; no hay más que beso, abrazo y acostarse juntos desnudos.»

Longo, Dafnis y Cloe II, 2, 7, 1-7
(En Longo, Dafnis y Cloe o las Pastorales, Traducción de Juan Valera, Madrid, 1900)

 

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