Leyendo a Cicerón: De legibus

Hoy, Domingo de Ramos, nos hemos levantado con la noticia de que el primer día después del Acuerdo entre la UE y Turquía se ha saldado con 4 nuevos muertos, dos niñas de 1 y 2 años que han aparecido flotando en el mar junto al islote de Ro, cerca de la isla de Rodas, que se suman a 2 nuevos fallecidos varones en Lesbos.

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Y creo (es mas, estoy firmemente convencido de ello) que es tarea nuestra, de los ciudadanos, recordar a los gobernantes que deben mirar atrás y volver a las fuentes de nuestra cultura occidental para comprobar qué dijeron sobre estos temas los autores griegos y latinos.

Por eso, me puse a leer a Cicerón y encontré este pasaje de su obra De legibus (Leyes) que me parece muy instructivo y digno de mención en una ocasión como ésta.

Iam uero illud stultissimum, existimare omnia iusta esse quae s<c>ita sint in populorum institutis aut legibus. Etiamne si quae leges sint tyrannorum? Si triginta illi Athenis leges inponere uoluissent, et si omnes Athenienses delectarentur tyrannicis legibus, num idcirco eae leges iustae haberentur? Nihilo credo magis illa quam interrex noster tulit, ut dictator quem uellet ciuium <nominatim> aut indicta causa inpune posset occidere. Est enim unum ius quo deuincta est hominum societas et quod lex constituit una, quae lex est recta ratio imperandi atque prohibendi. Quam qui ignorat, is est iniustus, siue est illa scripta uspiam siue nusquam. Quodsi iustitia est obtemperatio scriptis legibus institutisque populorum, et si, ut eidem dicunt, utilitate omnia metienda sunt, negleget leges easque perrumpet, si poterit, is qui sibi eam rem fructuosam putabit fore. Ita fit ut nulla sit omnino iustitia, si neque natura est <et> ea quae propter utilitatem constituitur utilitate <a>lia conuellitur.

Cicerón, De legibus I, 15

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Por otra parte lo más absurdo es considerar que es justo todo lo que se ha sancionado en las instituciones y en las leyes de los pueblos. ¿Aunque sean leyes de tiranos? Si aquellos Treinta hubieran querido imponer leyes en Atenas y si todos los atenienses se hubieran regocijado con las leyes tiránicas, ¿acaso por ello esas leyes deberían ser tenidas por justas? No más, creo, que aquella que estableció nuestro interrey, según la cual el dictador podía dar muerte impunemente al que quisiera de los ciudadanos sin que siquiera se abriera un proceso. En efecto, existe un solo derecho por el cual se mantiene la unidad entre los hombres, y una sola ley lo establece, ley que consiste en la recta razón aplicada a ordenar y prohibir. Quien la ignora, ése es injusto tanto si aquélla está escrita en algún lugar, como si no lo está en ninguno. Y si la justicia es la obediencia a las leyes escritas y a las instituciones de los pueblos y si, como esos mismos dicen, todo ha de ser medido por su utilidad, despreciará y transgredirá esas leyes, si puede, el que considere que ello le resultará provechoso. Así sucede que no existe ninguna justicia en absoluto, si no lo es por naturaleza, y la que se establece por su utilidad es echada abajo por otra utilidad.

Traducción: Carmen Teresa Pabón de Acuña

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El cementerio de los «sin nombre» en Lesbos. Dice la lápida: «Hombre desconocido. 30 años. Nº 4.» Un número para identificar una vida perdida en la fortaleza de Europa.

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